(Poema de aire)
David Meza
Mi vida. Mi vida no. Mi vida
nunca. Mi vida nunca fue un pájaro sangrando estambre por las alas. Mi
vida nunca llevó en el cráneo una corona de astillas. Mi vida nunca fue.
Mi vida no fue ni será mañana una mariposa apresada en las trenzas de
una chica. Mi vida no fue ni tampoco es hoy un viejo corazón de madera.
Nací el 24 de junio de un año que se rehusó a ser éste. Mi padre estaba
borracho de níquel y envuelto en aluminio. Mi madre me dio el nombre de
Rebeca, y me talló los ojos con arena. Mi madre me dio el nombre de
Rebeca, y me talló los ojos con arena. Tengo miedo. El miedo usa una
corona de estrellas. Hace 3 días soñé que mi padre me golpeaba. Hace 2
días soñé que mi madre me cosía la boca. No me reconozco. Miro el espejo
y encuentro a un ángel deshojando el mundo. Tengo el terrible deseo de
gritar mi nombre. Tengo el abecedario tatuado en los tobillos. Nací el
24 de junio de mil novecientos violeta. Nací en una pradera de tuercas y
filósofos llorando rocas y esquirlas y teorías astrogramaticales encima
de una rosa. Mi vida nunca fue un pájaro con las entrañas llenas de
estambre parado en la estructura ósea de una estrella. No tengo
recuerdos de mi casa. Pienso que soy un caballo con la mandíbula rota.
Pienso que soy una niña que lleva por grillete las estrellas del mundo.
Pienso que he venido renaciendo los últimos 24 años, y que he
transformado mi horario escolar en una placenta de pétalos. Pienso que
mi vida es un pajarito con el corazón de estambre y una corona de
huesos. Pero no es así. Mi vida no es un pájaro de estambre, ni violeta,
ni rojo, ni verde, ni pluma, ni cieno, ni triste, ni roca, ni azulmente
roca, ni estambremente roca. Mi vida es una nota al pie de mi obra. Y
mi obra es un libro de geografía que se ha convertido en mariposa. Y mi
mariposa lleva polen y ríos sobre las alas. Nací el 24 de junio de
ningún año. Soy una mujer con 500 golondrinas dentro. No tengo recuerdos
de mi pueblo. Me estoy soñando. No tengo recuerdos de mi infancia. Me
estoy soñando. Mi vida nunca fue. He descubierto que la poesía es un
cuadro que se pinta sin usar pinceles, una danza que se baila sin usar
el cuerpo, un beso que se da sin usar los labios. He descubierto que la
poesía es un juego en el cual está prohibido seguir las reglas; que es
entender que tenemos el pecho lleno de musgo, de nieve, de agua, de
tierra y de semillas que florecen como soles; que la poesía es una
parvada de golondrinas despedazándote el cuerpo de adentro hacia fuera;
que la poesía es platicar con las palomas en el techo de las catedrales.
He descubierto, que quizá, incluso, la poesía es. Nací el 24 de junio
de mil novecientos madera y tres. Mi madre se rompió los dientes en el
parto. Fui arrojada a una cuna de paja. Tenía las uñas de los pies
azules y enrolladas como pergamino. Mi padre estuvo orgulloso de mi
sexo, hasta que descubrió que mi sexo era una constelación de girasoles.
Esta mañana he decidido escribir, no poesía, no tratados, no alfileres,
no escritorios, no mi vida o una novela, solo escribir. Solo tallarme
los ojos con la pluma, para ver al mundo lleno de rayones, y una de mis
lágrimas sea tinta.