Real de Catorce siempre será grande.
Una de las cosas más tristes de este año ha sido saber que José Cruz tiene esclerosis múltiple. Eso explica el nombre de su último disco "Voy a Morir", datado de 2002. En ese entonces, José Cruz ya sabía de su enfermedad. Da entre rabia y tristeza saber que esto de la vida es algo tan, pero tan frágil. Pocas cosas me hacen descanzar mi ajetreada almezuela, una de ellas es la voz de José Cruz cantando-recitando "El anticuario", "Contraley", "Malo", "Un buen café", "Beso de Ginebra"...y casi cualquiera de sus rolas.
Dejo aquí dos cosas:
1.- La discografía:
1987 Real de Catorce
1988 Tiempos Oscuros
1989 Mis Amigos Muertos
1992 Voces Interiores
1994 Contraley
1997 Al Rojo (En vivo)
1997 Azul (En vivo)
1998 Cicatrices
2000 Nueve
2002 Voy a Morir
2.- Una reseña muy emotiva sustraida del blog Gato en la Oscuridad, donde la autora del blog cuanta su experiencia en el pasado concierto del 4 de agosto (ya sin los demás integrantes de Real de Catorce). Por allí supe que habrá otro concierto. Ahora sí, pase lo que pase, asistiré :)
Esperé durante mucho tiempo el cuatro de agosto, quería sentir nuevamente el blues, quería que me volviera a matar. Y así sucedió. Primero me eché el tour para conseguir los boletos Chopo- Faro de Oriente – mi casa -Ollín Yoliztli, me vuelvo a cansar nomás de escribirlo. Por razones obvias no llegué a tiempo, por mucho que me esforcé, y al acercarme a la sala, vi que había mucha gente afuera, con y sin boleto queriendo entrar. Con un mucho de suerte pude llegar a mi lugar. No vi a Tere Estrada pero, por lo que me cuentan, no me perdí de nada. Llegué cuando Los Blueserables iban a la mitad, luego mi amada Nina Galindo, Follaje, Guillermo Briseño, el delicioso Jaime López, el Mastuerzo y otros a quienes se les agradece el apoyo pero que definitivamente estaban fuera de lugar. A lo lejos vi a dos caballeros de los leones a quienes por supuesto fui a saludar.
Cuando estábamos escuchando a Follaje pregunté qué diría José si supiera que hay gente queriendo entrar, creo que Guillermo Briseño me contestó, pues propuso a la concurrencia manifestar si estaban de acuerdo en que se les permitiera la entrada y se acomodaran tratando de no violar las medidas de seguridad. José también hubiera pedido que las violaran.
Todos sabemos de ese lazo que tiene José con el pasado místico, por ello tal vez ahora no podría alegar delirio. El caso es que no me quedó más que respetar y esperar a que terminará el rito chamánico que se me hizo eterno. Tres horas habían pasado ya.
Se hizo anunciar por los aplausos desde detrás del escenario. Apareció conducido en la silla de ruedas, de negro, como en mi memoria. Traté de aguantar pero las lágrimas iniciaron su descenso sin que pudiera hacer nada. Más plumas y cánticos y por fin, con la guitarra a un lado y la armónica en el otro se propuso a hablar. Y me calló encima la enfermedad, me deshacía con cada palabra esforzada hasta que la música empezó a sonar y escuché su voz: tan templada como si no pasara nada. Jenny fue la primera de la noche, le acompañaban dos guitarristas y un pianista. Luego, así como él era siempre, sin piedad, me dio una puñalada fatal, anunciada con un saxofón: Contraley. Y me doblé, el llanto apenas me dejaba cantar, llorando me preguntaba, a dónde nos ha llevado nuestra forma de ser... nuestra callada locura, nuestro mágico ayer... Luego Dorina y Abel y otras más. Llamó a su hija, María José Camargo para cantar Mi Piel, y ahí sí no quise recordar nada, solo cantar... Cuando iba logrando estabilidad, empezó con un arrebato de palabras que yo no había escuchado antes, tan incisivo y doloroso como al ausencia que lo causó, un tema nuevo para la que se fue, y un nuevo himno para mi atormentado y negro corazón. Lloramos sin que nos importara nada. Porque cuando no se puede hacer nada contra el monstruo que te despoja de totems, lo único que queda es llorar.
Los gritos de la gente no se hicieron esperar, pidiendo canciones, dando ánimos. José los escuchaba y les contestaba, como a aquel que pidió La medicina, a lo que él contestó “Ya me la tomé, carnal” o cuando solicitó que le suministraran oxígeno y alguien grito "¡Pasa el toque José!" y él dijo “No es toque, es la mona, güey”... José, el impávido José, el que trasforma todo dolor en canción, también tiene una para esta enfermedad, para decir cuanto extraña el escenario y cuanto duelen esas arterias de plástico que no son las suyas. Y a mí que no me quedaba más que desbordarme en llanto, todavía me regaló un Beso de Ginebra en la voz de María José, con su aliento en la armónica, con su presencia inmutable. El final se acercaba, María José cantaba y se le quebraba la voz, los de la Red de apoyo vinieron al escenario, sus amigos, toda la sala era una cascada de aplausos y entonces, tal como su hija se lo pedía, lo vieron, lo vimos, SOSTENERSE DE PIE.