EL EXTRAVÍO
(Alexis Días-Pineda)
Se me ha extraviado una muchacha vestida de blanco,
tímida y descalza, con los zapatos en la mano derecha
y peligrosamente enamorada.
Vimos el mar y ya la espuma nunca fue la misma.
Vimos la noche y ya la luna nunca fue la misma.
(Y, por supuesto, yo no soy el mismo).
Al otro día decidí no encontrarla, no preguntar por ella,
temeroso de que el mar y la noche
se arrepintieran de aquel sábado,
de que sus pies descalzos fueran menos azules,
de que todo volviera a ser como antes de perderla.
Por eso, a partir de este instante,
cualquiera puede hallar a una muchacha vestida de blanco,
tímida, descalza, con los zapatos en la mano derecha
y no podrá decir que no está advertido.
He aceptado su extravío como cualquiera aceptaría
su timidez o sus lunares únicos.
Me he acostumbrado a la noche y al mar de los otros mortales.
De cierto modo, yo también me he extraviado para ella.
La diferencia está en que yo descalzo
no le importo a mí mismo
y en que ella, estoy seguro, seguirá siendo la misma.