No es el viento lo que mueve el pasto
sino la luz.
Es también la claridad
la que cimbra las montañas,
la que empuja nubes
hacia quién sabe qué destino.
Nuestra mirada forma parte del paisaje.
Por eso la luz
podría arrastrarnos como al tiempo
y a las hojas.
Pero no.
Nuestra sombra es un lastre
que afortunadamente
nos sostiene.