¿Heriberto Yépez será conciente de todas las puertas que se cierra cada vez que arremete con sus textos? Por supuesto que sí. Yépez tiene la lucidez y la valentía que les faltan al 95% de los críticos treintañeros.
La mayoría de los jóvenes críticos nacieron viejos y se abren puertas y se granjean una reputación a) lamiendo las patas del trono de los reyezuelos o b) desbaratando la obra, cortando las alas, llenándose las fauces con la sangre de presas que consideran fácil por ser autores que, independientemente de que sean buenos, malos o regulares (la calidad del autor a criticar suelen supeditarla a su estatus público; así, eligen autores con poco acceso a los medios, ya sea porque estos autores son jóvenes en las lides literarias o porque no son de la gracias del canón político-cultural). Además, cuando esta camada de críticos alza la voz ante una figura de relumbrón, lo hacen bajo el auspicio, cual títeres, de otra figura, igual o más poderosa, que está enemistada con la primera.
Mientras esto pasa, Yépez alza la pluma contra los todopoderosos Christopher Michel o Carlos Fuentes. "Carta a un viejo novelista", recientemente publicado en la revista Replicante, fue rechazado de la revista Tierra Adentro porque no cumplía con la premisa principal: elogiar a ese señor (habiendo tantos autores excelente, entrados en años, a los que ni siquiera les reeditan sus obras) en este año dedicado a recapitular su obra y vida ¿Qué acaso no es también parte de dicha recapitulación, además de ver lo positivo, ver lo negativo que hay en ella y en lo que la circunda? Nadie es depositario de La Verdad, naturalmente Yépez tampoco, pues La Verdad no existe. Es un mito. Sin embargo, la personal verdad de Yépez es una de las que hay que conocer: por consistente y porque no proviene de un lamehuevos ni de un traganiños.