El hombre está en la naturaleza, sometido a sus dictados y accidentes, pero transciende la naturaleza porque carece de la ignorancia o inconsciencia que hace del animal una parte de la naturaleza, como uno con ella. El hombre se encuentra ante el espantoso conflicto de ser prisionero de la naturaleza pero libre en sus pensamientos; de ser una parte de la naturaleza y ser, sin embargo, una rareza de la naturaleza; de, por así decirlo, no estar aquí ni allí.
En El corazón del hombre, de Erich Fromm